de rocío y de relente,
el Sol avisa que llega
vestido de justiciero,
hoy se correrá un encierro
y él será el presidente.
Fresquita está la mañana
de churos y de aguardiente,
huele a la hierba segada
y al bálago de la era
recogido en la besana.
Los mozos se desperezan
y sacuden la resaca
de una noche de verbena;
son las fiestas del Patrón
con noches de Luna llena.
Seis jinetes a caballo Imagen tomada en la Red
cuando aún es madrugada,
guían a cuatro cabestros
y éstos a la manada:
seis toros bien presentados
con la testuz levantada.
Despacio van los vaqueros
a lomos de sus monturas,
a paso lento en la vega
templan a las bravuras,
despacio van los toritos
en su final aventura.
Desde las casas del pueblo
mirando en las azoteas,
se atisba la polvareda,
ya vienen por la Barcera,
ya pronto estarán muy cerca.
Unos mozuelos del pueblo
toreros de ensoñación,
citan desde un paredón
sin capote ni señuelo,
a saber con qué intención.
Poco a poco, el Sol despierto,
el pueblo se ve cercano,
las calles empalizadas
hacen acopio de gente
que tiene que estar presente
al paso de los astados.
Cientos de mozos se mueven
calle arriba calle abajo
sopesando posición,
los unos ojo avizor
otros como espantajos.
Se hace grande el griterío,
los nervios están hirvientes;
los vaqueros a caballo
espolean a su albedrío,
la tauromaquia se enciende.
Se apartan los caballeros,
los toros y los cabestros
tienen camino a su antojo,
y aquí es proclive el siniestro
aquí se miden los mozos.
Laten los corazones
con pálpitos muy seguidos
el aire se recalienta,
es el tiempo del estío,
se agolpan las emociones.
Un cosquilleo por el cuerpo
te dice que estés atento,
que si sigues en la calle
tú no pierdas el sentido
ni te quedes descubierto.
El miedo queda escondido
y segrega adrenalina,
y la vista es el sentido
que te ubica en la corrida
donde te has comprometido.
No más de siete segundos;
eterno tiempo en la lidia
confiando en el azar
confiando en la pericia,
en ese juego fugaz.
Ni capote ni muleta,
ni ciencia de torería;
valor y velocidad
y tener muy bien en cuenta
donde se debe parar,
y terminar la porfía.
Siete segundos eternos
de tensión muy comprimida
siete segundos eternos
donde está en juego tu vida
entre el Cielo y el Infierno.
¿Resultó algún corneado?
Y cuántos son los heridos.
El santo patrón del pueblo
de pronto se ha presentado
con un capote tendido
y a todos los ha salvado...
Hay un bando del alcalde
que recita el pregonero:
no hay muertos en el encierro
tampoco ningún herido.
siga la fiesta en el pueblo
y sean todos bien venidos.
Ahora tocan a almorzar
dentro de una bodega
buena vianda que yantar
y también buena bebida;
un poco de siesta luego,
y después, a la corrida.
Así se celebró el encierro.
SILAX M.
secretario de la Peña Taurina Campera.
Agosto de 2013
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